Después
de que el Capitán Schettino decidiese, supuestamente sin autorización, acercarse a la costa
de la isla provocando la
rotura del casco cuando chocó contra un escollo.
Dice
el capitán Schettino que no navegaba cerca del litoral, pero el Costa Concordia —un buque
gigantesco, con más personas que muchos pueblos de la Toscana— yace en la
orilla de la isla de Giglio, sobre el flanco de estribor, con una grieta de 70
metros en el casco y un misterio aún por resolver: ¿hay cadáveres en su
interior? La noche del 13 de enero, a eso de las 21.30, los 3.200 pasajeros y
1.000 tripulantes que acababan de zarpar del puerto de Civitavecchia, a 80
kilómetros al noroeste de Roma— sintieron un fuerte impacto, un apagón
momentáneo y el estruendo de los cristales al caer. Según coinciden cientos de
testimonios, la tripulación quitó importancia al incidente, pero la inclinación
progresiva del buque desató el pánico. Aunque 24 horas después del accidente
las noticias seguían siendo confusas, ya es seguro que tres personas, dos
turistas franceses y un marinero peruano, murieron y que las autoridades
italianas tenían una lista de unos 40 posibles desaparecidos que en la mañana
de este domingo han rebajado a 17. Tras declarar durante toda la jornada, el
capitán, Francesco Schettino, de 50 años de edad y 30 de experiencia, fue
detenido bajo la acusación de “homicidio culposo” y “abandono de pasajeros”.